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La profetisa y la cultura del ocultamiento

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Rumen Sosa. La cultura del ocultamiento, como bien señala José A. Alemán, es una constante en la historia de Canarias desde la conquista europea. Sus causas son señaladas e interpretadas por dicho autor en su imprescindible obra Entender Canarias

 Siendo justos sorprende que tras siglos de desdén y miedos aún podamos disfrutar de las huellas de nuestro acervo cultural material e inmaterial. Un legado menguante que no han podido barrer en su totalidad gracias a la perseverancia de no pocos isleños anónimos que trasmitieron de generación en generación como buenamente pudieron. Es lo que autores como el historiador y jugador de palo canario José Víctor Morales Magyín han definido como ‘cultura de resistencia’. Pero quizás la pervivencia de este esfuerzo colectivo contra viento y marea lo constituya el despertar de conciencias que experimentaron las islas en el último tercio del siglo pasado. Este fenómeno no ha sido aún analizado en toda su dimensión por los historiadores contemporáneos pero indudablemente supuso una revalorización de lo canario. Esta autoestima está sirviendo para salvar algunos tesoros patrimoniales que podíamos considerar extintos hasta el punto de que, en ocasiones, constituyen rescates con más o menos acierto. En mi opinión este renacer no carece de mérito y generaciones futuras de canarias y canarios lo agradecerán. 

 Con todo, este despertar o ‘renacimiento’ no ha sido ni está siendo un proceso carente de contradicciones. Las sombras son una realidad y es que las redes sociales han demostrado aguantar lo que el papel no siempre pudo. Han brindado una proyección que muchos historiadores y arqueólogos desearían. Si no ¿cómo explicar que una profetisa que afirme en las redes sociales hallazgos arqueológicos tan maravillosos como falsos alcance un eco mediático de tal dimensión? 

 No nos engañemos, el síntoma no son los falsos profetas o profetisas. El síntoma del problema son sus cuantiosos discípulos y, sobre todo, el eco de los medios que se suponen profesionales. La latente carencia de las herramientas más básicas del conocimiento crítico en el ámbito del patrimonio e histórico impide comprender nuestro presente. Una sociedad desmemoriada, como le ocurriera a una persona, queda a merced del vaivén del oleaje, sin timón alguno, hasta que se hunda definitivamente. Hecho preocupante que se admite pero del que no se toma nota ni se asumen responsabilidades ya que siempre será menos importante que cualquier extravagancia. 

 ¿Aún queda mucho por desentrañar de nuestro pasado y nuestra cultura? Sería irresponsable negarlo pero ya no hay excusas. No podemos seguir engañándonos con una supuesta conspiración de ocultamiento. Es momento de comprender de una vez por todas que contamos con profesionales isleños en el ámbito de la historia y la arqueología. Muchos de ellos son auténticos emprendedores y especialistas que han conseguido por sí mismos, como los conejeros, sembrar y fructificar en el estéril malpaís que supone el mundo del patrimonio histórico y cultural en la Canarias de hoy. Su entrega vital, exclusivamente sustentada en una vocación a prueba de desidias, aporta luz a un pasado tan ancestral como traumático para nuestro pueblo. A veces no de manera perfecta pero sí rigurosa lo cual no parece ser suficiente para superar el eco de los profetas y profetisas de las redes. 

 Un pomposo autogobierno con considerables competencias en el ámbito educativo y dos décadas de gobierno autodenominado nacionalista no han servido de mucho. A nuestro extremismo presentista no le interesa el pasado ni el futuro. La sociedad canaria y sus instituciones no han quebrado aún la cultura del ocultamiento, la profetisa nos lo ha mostrado.

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